6 de octubre de 2015

Capítulo 3: Llorar, dormir y comer.

lamisteriosachica
Capítulo 3: llorar, dormir y comer.
Últimamente parezco un bebe, lo único que hago es llorar, dormir y comer. Yakov me ha preguntado varias veces porque lo hago, aunque yo no le respondí nada, supongo que pensará que es porque me queda poco tiempo de vida. Pero lo que me pasa sólo lo sé yo. En estos momentos me pongo a pensar, las cosas que no le dije, las cosas que teníamos planeadas, sus besos...
Yakov vuelve a la habitación con algo brillante en la mano.
-Sé que no debería hacerlo, pero te veo muy mal.-Me muestra una llave plateada, la acerca a mi pie y me quita el grillete.- ¿Quieres dar un paseo por el exterior?
Es una locura; nadie en su sano juicio llevaría al enemigo a pasear sin una K98 apuntándole a la cabeza. También fue una locura pasear a una judía por el imperio nazi...
-La verdad es que me gustaría tomar un poco el aire.-Digo, casi seguro de me intenta gastar una broma.- ¿Cómo es posible que te hayan dado permiso para que salgamos?
-Exagerando un poco tu estado. Les he dicho que eres un criminal en potencia, con cambios de personalidad y agresividad, y que nos podrías matar a todos con tan sólo un calcetín.
Creo que tengo los ojos como platos. Se ríe de mí a carcajadas mientras yo resoplo furioso.
-Les he dicho que si seguías encerrado aquí puede que murieses dentro de poco, cosa que no es mentira. Al principio me han dicho que no, pero les he prometido que te llevaría esposado a mí.
-O sea que solo me cambias las esposas de sitio.
-Algo así. Hoy no habrá nadie en el edificio, solo prisioneros y un par de guardias. Los demás están reunidos hablando sobre estrategias y lo más seguro es que muchos de los soldados que están trabajando se marchen de aquí.
Una punzada en el corazón me recuerda mi preciosa Berlín. ¿Cómo estará? ¿Habrá pagado ella todos los errores cometidos por el pueblo alemán? No quiero imaginarme mi casa destruida por las bombas o saqueada, allí ya no me queda nada valioso pero son tantos los recuerdos que dejé entre sus paredes.
-¿Dónde irán?
-Nosotros nos quedamos en la retaguardia, ellos seguirán para adelante. Solo falta un pequeño empujoncito para que todo acabe.
-¿Irás a casa?-pregunto.-Cuando todo termine.
-¿A qué casa? Me quedaré aquí, esta es mi casa.-Su rostro se vuelve serio, se rasca la barba de un par de días.
-¿Qué harás cuando ya no te necesiten?
-Aún no me lo he planteado seriamente. Quizás iré a algún pueblecito cerca de Donetsk y montaré una tienda de algo. Solo se una cosa, tendré que seguir adelante.
-¿Pero a qué es lo que de verdad quieres dedicarte?
-No se.
Me mira y se con certeza que soy el primero que le hace estas preguntas.
-¿No hay nada que te apasione?
-¿Apasionar?-Piensa mientras trastabilla con el pie sobre el suelo, hasta que da con algo.-Lo único que no ha dejado de interesarme durante todos estos años ha sido escribir...Guardo pilas de hojas llenas de garabatos. Nada bueno.
-Eso sirve.-Respondo. No imaginó una pluma, tan frágil y precisa entre sus manos, así como tampoco imagino que una vez pudiese ser un muchacho desnutrido.
- ¿Nos vamos? ¿Hace falta que te ate o puedo confiar en ti?
-No te preocupes, aunque quisiera no podría escaparme.
-Yo te doy la oportunidad, tu verás...-Ríe.
Cuando me acerco casi a rastras a la puerta me invade el miedo, ¿Estoy seguro de que quiero volver a fuera? ¿Quiero volver a ver las marcas de sangre sobre el suelo? ¿Realmente estoy preparado para volver a oler el olor putrefacto a muerte que invadía todo el campo?
Respiro, abre la puerta y salimos en dirección a un pasillo de paredes grises iluminado solo por una bombilla que se balancea en el techo, a lo lejos puedo ver la enfermería repleta de camastros, algunos ocupados por personas a las que conocía de vista. Pocos quedan, supongo que a los demás, a los de menos importancia les dieron muerte rápidamente.  Intento seguir la petición de Yakov de ir completamente en sigilo pero mis pies cojean, débiles, sobre el suelo de lija. Llegamos a una puerta trasera casi invisible, esta se abre dejando ante nosotros el exterior. La verja, tan familiar para mi, nos rodea, como peces en una red de pesca. Que ironía, el carcelero preso en su propia morada...Inspiro y aunque se que solo son imaginaciones mías me parece oler el perfume de Lenah vagando por el aire, aprieto los dientes e intento que no se me caigan las lágrimas. Todo está en pleno silencio, ni los pájaros se atreven a cantar, intimidado por los restos humanos que aun quedan esparcidos por los suelos. Esa imagen me hace recordar cosas, cosas que quiero alejar de mi cabeza lo más rápido posible, antes de que me deje caer en la nieve y me niegue a entrar de nuevo. Jakov me observa, sabiendo que me estoy arrepintiendo de aceptar su ofrecimiento. Debería entrar, debería volver dentro para arrebujarme en mi catre y llorar, al menos allí no se me congelarían las lágrimas. En lugar de eso la busco por todas partes, hundiendo mis pies en el suelo y luchando contra el hielo mientras mi balazo del costado amenaza con volverse a abrir.
Todo mi camino me lleva a una gigantesca fosa común en la que quedaban apilados cientos o miles de cuerpos sin vida. ¿Quería seguir buscando? ¿Quería encontrármela por allí? Aparto la vista de los cadáveres congelados y me apoyo en la verja deseando que esté electrificada, esperando freírme como un pollo.
 Por desgracia han cortado la electricidad.
...
Me he decidido; voy a contarle a Yakov todo.
Estoy nervioso, incluso podría decir que tengo ganas de contarlo, de decírselo a todo el mundo, en un afán de rebeldía. Deseo volver a Berlín y gritarlo, que la gente se dé cuenta del daño que han hecho, que se consuman en la culpa y no puedan dormir. Todos podrían haber hecho algo, pero se quedaron quietos, viendo pasar judíos en fila, cayéndose y arrastrándose por el desfile de la muerte, y más que judíos eran lo que quedaba de ellos, harapos, huesos y ojos enormes. Sé que una persona sola no podía haber hecho nada por ellos, pero cien si, y miles aún más. Yo también tuve culpa, y mi castigo es recordarlo cada minuto de cada día hasta que me aniquilen, pero el suyo... ¿Cuál es el suyo?, quedarse en sus casas convencidos de que lo que hicieron está bien, seguir sus vidas con normalidad...y no hablo de Hitler, ni de los nazis, a esos ya se los cargaran, hablo del pueblo.
Pienso todo esto ya tumbado en la cama, con las manos tras la cabeza e iluminado por una vela. En el exterior es de día  pero en mi habitación solo reinan sombras. Yakov está sirviendo la comida a los demás presos así que no gozo de más compañía que mis amigas las ratas. Antes, hace unos meses, yo podía salir libremente, ir a cualquier sitio. No voy a decir que hacer lo que quisiera porque no es verdad. A la mínima que cometiese algún fallo o pasara algo que no pudiera controlar, podía tener a mi padre, a la SS o a Alemania entera contra mi, y me colgarían. Pero por lo menos tenía algo de libertad. Entonces me parecía que me estaban agarrando por el cuello y no me dejaban volar libre, ahora me doy cuenta de cuanto añoro aquella falsa libertad. Aunque fuera falsa era mejor tener aquella que ninguna. Yo vivía en un mundo de reglas estúpidas, y la más tonta de ella era la prohibición de acercarme a ningún judío, ¿las cumplía?, por supuesto que no. Ahora no hay reglas que me digan lo que no puedo hacer, porque en realidad no puedo hacer nada. Mentalmente me siento como si me encontrase en una de esas celdas de castigo de los campos de concentración, esas tan estrechas que no dejaban al reo sentarse ni moverse. Nunca he estado en ninguna de ellas, pero creo que esta sensación se parece mucho.
Yakov vuelve, abre la puerta, me recuerda a la primera vez que lo conocí, pero esta vez no hay portazo. Ha dejado de interpretar su papel, se ha ablandado, y eso para mi no significa que sea débil si no que es humano, que no es sólo un armario empotrado con patas. Sigue siendo un niño que ha tenido que madurar demasiado pronto. Trae una bandeja, una especie de sopa marrón reposa en un plato, me inquieta no saber lo que flota en ella pero no pregunto. Junto a ella dos vasos de un líquido marrón que parece vodka. Tendré que bebérmelo, aunque nada más olerlo me de nauseas. Mi vida es como una larga resaca.
-¿Todo eso es para mi?-Intento decir contento, aunque la comida no sea nada apetitosa.
-No seas abusón hombre, yo también tengo derecho a comer ¿no?-me sonríe, con su dentadura perfecta, después de tantas batallas no ha perdido ni un diente.
Me entran ganas de recordarle que soy el enemigo, que como puede tratar tan bien a un nazi, pero me alegra tanto tener un compañero para comer y ya que se ha tomado la molestia decido callarme por el bien de los dos. Le agradezco el detalle mientras coloca la bandeja en la mesilla de noche y acerca su silla.
-Que aproveche-me dice repartiendo un tenedor y cuchillo.
-Empieza tú.-Le animo.-Tengo ganas de saber si has querido envenenarme.
Da una gran cucharada al líquido asqueroso, me extraña que no ponga cara rara o que lo escupa al suelo.
-No soy de matar por la espalda.
-Entonces comamos.
Para mi sorpresa no está tan mala, quizás un poco aguada pero tengo tanto apetito que termino rebañando las últimas gotas que me quedan en el plato. El vodka se me sube a la cabeza haciéndome sentir más animado.
-¿Te ayudo a fregar los platos o algo?-Bromeo.
-¿Crees que en este sitio alguien se molesta en hacer eso?
-¿Tenéis un vertedero de platos sucios?
-Algo así.-Responde.
-Yakov, ¿No te aburre este trabajo?
-¿Qué más da? Me da de comer.-Admite entre dientes.
-Quiero contártelo.-Consigo decir, me mira inquisidoramente como si el vodka me hubiese afectado más de la cuenta.-Ya sabes...por qué estoy aquí.
-¿Estás seguro? No me gustaría verte lloriqueando.
-Ya.-musito. 
-No tienes por qué hacerlo.
Lo pienso por unos momentos. ¿Qué más da que lo haga o no?, me van a matar. Estoy seguro. Llevarme el secreto a la tumba tampoco me servirá de nada.
-Quiero contarlo. Creo que debes saberlo. Te contaré que me trajo hasta aquí.-me decido finalmente.
-Vale, estaré en silencio.
-Era una fresca madrugada...-comienzo.


0 comentarios: